Bucel, puto bulce (II): Monday Cancer
Tengo un muy buen amigo, inglés, fan a muerte del Newcastle United, con quien gustamos de mantener conversaciones filosóficas alrededor del fútbol.
La última fue sobre lo que él llama el Monday cancer, y se refiere al dolor, al dolor permanente y galopante, al dolor desgarrador y trágico asociado al fútbol.
Nuestra tesis es la siguiente:
El sufrimiento siempre supera a la felicidad. Podemos cuantificarlo multiplicando intensidad del sentimiento x horas en que se manifiesta. Concluimos que al final del mes, del año o de la vida, el ratio de dolor es infinitamente superior al de gloria. Eso, que sería obvio en un seguidor del Newcastle o del Sestao, es también cierto para el seguidor de un equipo histórica y presentemente ganador como el Barça.
Sin duda. Jornada 5: sufro como un cabrón pero ganamos. Bien. No ha terminado el 'Glop a Glop' que ya estoy mirando el calendario y haciendo mis cábalas. 'Eto'o con molestias es duda'. Ay. Así, de preocupación en preocupación, de quebradero de cabeza en quebradero de cabeza, de contratiempo en contratiempo hasta la Cornada 34, cuando ganamos al Mandril en su estadio. Gloria de intensidad 10/10, ingesta masiva, pero a la mañana siguiente ya estoy fustigándome pensando en Stanford Bridge. Y llegamos, y ganamos, y ya me pregunto si el Valencia tendrá los cojones de ganar al Mandril y con qué equipo recibiremos al Villareal. ¿Y será tan burro Guardiola de meter a los buenos? Y luego se me rompe Iniesta, y vamos sin laterales a Roma. Y una vez cameponamos, que si la renovación del uno, que si hay que reforzar tal posición, que si el Mandril nos lo roba todo, que si la abuela fuma ¿qué os voy a contar que no sintáis en vuestras propias carnes?
Eso sí: entre sinvivir y sinvivir, se producen breves periodos de gloria intensa en que uno flota. No tengo hijos pero dudo mucho que tener uno pueda compararse a la infinita gloria de cosechar un gran título. Tras ganar uno vas por la calle y ves felicidad pura. Ni pactos de financiación, si soluciones a las gripes porcinas ni aviares, ni crecimientos espectaculares del PIB, ni el desempleo a mínimos históricos, ni nada de nada de nada da la felicidad que da la gloria de la victoria. Efímera pero imperecedera en el hipotálamow.
Y en mi lecho de muerte, cuando las imágenes de mi vida pasen ante mis ojos mientras veo una luz al final del túnel siendo transportado por ángeles, vive Kennedy que las primeras imágenes que vea no serán las del dia de mi boda o mi primera clencha sinó la de Iniesta trepanando a Cech, Koeman a Pagliuca, Henry a Casillas, o tantas y tantas otras.
El fútbol es probablemente una de las escasísimas actividades humanas en que el ratio de alegrías a decepciones presenta un balance negativísimo, y aun así cada vez nos obsesionamos más.
Manteniendo esta conversación en público con un grupo de gente, salta uno y dice:
-Esto que os pasa con el fútbol, está obsesión, es señal de que todo os va bien y no tenéis problemas. Seguro que en los slums de Bangalore la gente no sufre tanto por el fútbol.
Y sale uno de los mios y dice:
-Exacto, ahí se obsesionan con el cricket. Les da igual no tener comida si su equipo ha ganado.