Cagómetro y Canguelo, el argumento del lelo
Que yo recuerde, la única vez que me he cagado viendo al Barça fue el día en que se me ocurrió rajar a plena voz en un bar en pleno partido liguero de lo malo que era el Gerard y acto seguido me informaron de que tenía al hermano y a media familia del jugador en la mesa de atrás. Por lo demás, yo esto del deporte me lo suelo tomar con humor y con bastantes ganas de montar jarana, cual Wenger de la vida en el concierto-celebración de los treinta años de "Village People".
Sabido es que en los ámbitos madridistas, a la que se ven ocupando la tan cacareada plaza de "segundones" que tanto nos achacan, el único arma que les queda son los comentarios de Guasch, Roncero y Caridad. "La cosa está jodida si tenemos que recurrir a éstos", debieron pensar los mandatarios merengues (que son los que controlan a los medios mesetarios), pero como ante situaciones desesperadas medidas de urgencia, les pagan un par de tocinillos en El Asador Donostiarra y les dan carta blanca para escribir todas las sandeces que se les pasen por la testa. ¿El resultado? Los ya míticos "cagómetro" y "canguelo", el primero por cortesía del amigo Tomás y el segundo sacado de las células grises del redactor de Marca, a su vez inspirado por los greatest hits de La Trinca.
La cosa funciona así: ¿que tras un 6-0 contra el Málaga Alves declara que le pica el huevo izquierdo? Cagómetro. ¿Que si se lesiona Hleb Guardiola comenta con sarcasmo que intentará cuadrar la siguiente convocatoria? Canguelo. ¿Que alguien dice que la última de Almodóvar es un peñazo? ¡¡¡MADRIDITIS!!! Y así. El artefacto propagandístico es tan patético que se cae solo, la verdad, pero como da juego y aquí lo usamos para chotearnos en la jeta del enemigo cada vez que cae algún titulillo (cosa harto frecuente últimamente), la broma se ha ido alargando como el miembro de Ronaldinho la noche antes de los partidos y ahora es tanto nuestra como suya. En el fondo, entrañable.
Ocurre que, aunque sea por ósmosis, a algún comentarista culé el asunto ha acabado penetrando en sus neuronas y basta con que pongamos a parir a Eto'o (un ejercicio sano, altamente recomendable para matar las semanas sin fútbol y muy bassalonista) para que el consabido tertuliano salte y exclame: "¡parece mentira que seáis del Barça! ¡Cualquiera diría que hemos ganado un triplete! ¡Os han comido el coco los de la capital!". Y no, señores, no es eso. A los que así opinen yo les digo: relájense, caramba. Que haya muchos comentarios en el Haloscan y que la mayoría se acuerden del árbol genealógico de alguien no se contradice con el hecho de que nos sintamos orgullosísimos de los nuestros. Que charlemos distendidamente sobre los alardes de nuevo rico de Tito Floren no implica que sus actos de presentación para mileuristas en paro nos afecten. Simplemente, nos gusta cotillear y rajar. Analicen su comportamiento en su vida privada: ¿acaso no se cagan en el vecino sólo por hablar de algo en la cena? ¿acaso no les gusta decir que la chorba que se cepillaron el fin de semana es una zorra aunque han vuelto a quedar con ella para el siguiente? ¿acaso no se hartan de decir que los U2 ya han escrito sus diez mejores temas hace lustros pero pagan religiosamente sus 70 euracos del ala por ir al concierto? Pues eso.
Que nadie confunda lo que acontece entre las paredes de este blog con un complejo de inferioridad mal digerido. Aquí, el único que tiene que dilapidar los millones para volver a olernos la suela del zapato es el enemigo. El que ha tenido que montar a su medida un "Taliban News" (antes conocido como "los informativos de la Sexta") con un Ayatollah supremo los fines de semana ha sido el de las gafas. El que va repitiendo cada dos por tres que "somos el mejor club del mundo mundial" para convencer a la parroquia es el monaguillo. Los que dicen que "hablan de nosotros en la CNN" (vaya cosa, también hablan de una ardilla en un sujetador y tampoco veo que el animal vaya sacando pecho, nunca mejor dicho) son los medios mesetarios. No por ello, empero, voy a caer en el error de decir que tienen Barcelonitis. Más que nada porque sería ponerme al nivel de Tomás Guasch y oigan, a mí ya no me queda casi nada por culpa de la crisis, pero lo único que preservo, que es la dignidad, prefiero mantenerlo intacto.