YOYAMUSEO, EL ANTIGUO YOYA

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miércoles, 13 de enero de 2010

Pareció


Reto no superado. Aunque lo pareció.


Parecía clara la declaración de intenciones de Guardiola con su 11 inicial: el equipo de gala - salvo Pinto -, toda la artillería pesada. Que sí, que Pep cuida los detalles, que es hábil gestor del vestuario y a todos sabe contentar, que hay un equipo para la Copa. Pero cuando se quiere la competición y para ello es necesario remontar, aquí no hay ostias que valgan (aunque ello suponga, como daño colateral, quizás, un injusto castigo a Bojan, y un cargarse a Chigrinskiy).

Parecía la declaración de intenciones del Barça, su voluntad de defender el cetro de campeón, pues, infalible. Pero a veces las intenciones fallan estrepitosamente cuando los actores que han de cumplirla no acompañan. La primera parte del Barça fue un deja vu, un partido ya visto recientemente en las últimas actuaciones del equipo. Un Sevilla agresivo, intenso, valiente y presionando muy arriba al Barça. Nos suena la película, ¿no? El Barça no fue tan solo incapaz de superar la presión sevillista, imponer pausa e intentar hilvanar su fútbol; tampoco se equilibró en intensidad al juego del Sevilla. Sólo Sergio Busquets entendió de que iba el partido y fue el mejor, igualándose en condiciones a su rival e hinchándose a recuperar balones. Como el Sevilla no es el Tenerife, el Barça ni la tuvo ni mojó. Y que el Sevilla no marcara en la primera mitad tan solo se debió a una mano providencial de Pinto y a un silbido oportunísimo del árbitro de turno después de una frivolidad indecente del mismo Pinto. Parecía en estos primeros cuarenta y cinco minutos que el equipo no lo conseguiría, y bien la reflejaba esta certeza multitud de planos de Pep Guardiola con el rostro cabizbajo, la mirada perdida, el semblante impotente y preocupado que la realización televisiva ha tenido a bien regalarnos.

Visto lo visto, no parecía que pudiera haber reacción del Barça. ¡Pero vaya si la hubo! Pase lo pase, juegue regular, mal o peor, este equipo no queda noqueado ante las adversidades y siempre puedes esperar algo. La transformación fue radical. Evidentemente el Barça no pareció el mismo equipo de la primera mitad pero sí el equipo de antaño, el de su mejor versión, esa máquina futbolística que tanto añorábamos. El Barça fue un ciclón, un torbellino de fútbol, con Xavi e Iniesta renacidos y asociándose, tomando la responsabilidad y el timón, echándose el equipo a la espalda, junto con Messi, el tridente identitario, recobrando sensaciones perdidas y el juego que defienden y definen (a ellos y al Barça). Pareció que el tiempo no pasó, como instalados de nuevo en los tramos más estelares y brillantes de la temporada pasada. Hasta Guardiola creyó, más activo en la banda, corrigiendo y dando instrucciones, sintiendo el partido. Volvió el Barça orgulloso, intenso, voraz, eléctrico, incisivo, letal, colectivo, campeón, reconocible. Exhibición total e infinidad de ocasiones marradas: Ibra, Iniesta, Messi, vinga nanos!, palo, otra vez Messi...Llegó el gol, marcando Xavi, quizás, la opción menos clara. Palop salvó a su equipo, un Sevilla que flojeó ante la avalancha blaugrana y que se echó atrás, literalmente cagado, viéndolas venir, encomendándose a su portero y al santoral que venga al caso. Parecía que sí, que habría justicia, que el gol llegaría, que el Barça conseguiría aumentar aún más su leyenda de consumador de retos y que este partido en Sevilla podría significar, además, un punto de inflexión en cuanto confianza y re afirmación del equipo . Parecía. Porqué lo pretendía, porqué no podía ser de otra forma y porqué si siempre lo conseguía, ¿por qué hoy no? En un partido de dos mitades con un Barça bicéfalo, se impuso - por méritos, por sensaciones, por orgullo - la cara buena del Barça y por ello pareció que habría premio, no sólo el pase de la eliminatoria sino un camino franco y despejado - el Deportivo se erigiría como máximo rival - en la Copa del Rey, una ilusionante invitación al barcelonismo a no tirar la competición.

Parecía. Pero, extrañamente (o no: lo extraño sería no fallar nunca), hoy no fue suficiente todo. Y al final, pereció.

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