FÚTBOL EN DOMINGO
La única solución efectiva que ha encontrado la ciencia para el problema de la depresión del domingo por la tarde (Sunday Afternoon Low) es el fútbol.
El fútbol en horario de sábado noche colisiona con cenas, quedadas, salidas, asistencia a espectáculos y cualquier otro tipo de actividades lúdicas propias de dicha noche dicharachera; y en cualquier caso, quebranta el fin de semana por su eje, impidiendo desplazamientos semilargos o con pernoctación, arruinando esquiadas, excursiones y weekends.
En cambio, el fútbol en su horario clásico de domingo por la tarde es una actividad benefactora del ánimo y la salud, en múltiples sentidos.
En primer lugar, además de liberar el sábado, día en que todo está abierto y todo está por abrir, ocupa gratamente el domingo por la mañana, fundiendo la imprescindible lectura del periódico dominical con el sabor de la previa del partido: alineaciones previstas, análisis, declaraciones, conjeturas... La mañana de domingo en modo espera de partido, convierte en acontecimientos excitantes el vermut con los amigos y especialmente la misa, imprescindible para la mayoría de nosotros. Por contra, si el partido se ha jugado en sábado, el diario del domingo sabe a fin de semana definitivamente liquidado, en el que únicamente queda un elucubrar y arrastrarse hacia el lunes como buenamente se pueda.
Por supuesto, lo mejor llega por la tarde, convirtiendo la peor franja horaria de la semana en la mejor sin discusión posible: la comida inquieta, temprana y frugal, sin riesgo de acochinamiento ulterior, el desplazamiento efervescente, sin prisas y con tiempo para buscar aparcamiento gratuito con tranquilidad, los carajillos en los bares de alrededor, la compra del puro de diámetro John Holmes en el estanco del gol sur...
Luego, las dos horas de fiesta en sí.
Y finalmente, con el domingo ya vencido y sin capacidad alguna de reacción, tan sólo queda rematarlo con la vuelta a casa escuchando la radio y la noche ante el televisor, trasegando cerveza y viendo con detalle las repeticiones de los tantos que en el campo te has perdido porque estabas desenvolviendo el bocadillo.
Sin duda alguna, la Nación precisa de un nuevo caudillo de la talla de Francisco Álvarez Cascos que someta con puño de hierro a los mercaderes y reinstaure el fútbol los domingos por la tarde, en aras del interés general.
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Gallina de piel: Si encima se gana por goleada
Hay que sejir trafajando: El lunes
El fútbol en horario de sábado noche colisiona con cenas, quedadas, salidas, asistencia a espectáculos y cualquier otro tipo de actividades lúdicas propias de dicha noche dicharachera; y en cualquier caso, quebranta el fin de semana por su eje, impidiendo desplazamientos semilargos o con pernoctación, arruinando esquiadas, excursiones y weekends.
En cambio, el fútbol en su horario clásico de domingo por la tarde es una actividad benefactora del ánimo y la salud, en múltiples sentidos.
En primer lugar, además de liberar el sábado, día en que todo está abierto y todo está por abrir, ocupa gratamente el domingo por la mañana, fundiendo la imprescindible lectura del periódico dominical con el sabor de la previa del partido: alineaciones previstas, análisis, declaraciones, conjeturas... La mañana de domingo en modo espera de partido, convierte en acontecimientos excitantes el vermut con los amigos y especialmente la misa, imprescindible para la mayoría de nosotros. Por contra, si el partido se ha jugado en sábado, el diario del domingo sabe a fin de semana definitivamente liquidado, en el que únicamente queda un elucubrar y arrastrarse hacia el lunes como buenamente se pueda.
Por supuesto, lo mejor llega por la tarde, convirtiendo la peor franja horaria de la semana en la mejor sin discusión posible: la comida inquieta, temprana y frugal, sin riesgo de acochinamiento ulterior, el desplazamiento efervescente, sin prisas y con tiempo para buscar aparcamiento gratuito con tranquilidad, los carajillos en los bares de alrededor, la compra del puro de diámetro John Holmes en el estanco del gol sur...
Luego, las dos horas de fiesta en sí.
Y finalmente, con el domingo ya vencido y sin capacidad alguna de reacción, tan sólo queda rematarlo con la vuelta a casa escuchando la radio y la noche ante el televisor, trasegando cerveza y viendo con detalle las repeticiones de los tantos que en el campo te has perdido porque estabas desenvolviendo el bocadillo.
Sin duda alguna, la Nación precisa de un nuevo caudillo de la talla de Francisco Álvarez Cascos que someta con puño de hierro a los mercaderes y reinstaure el fútbol los domingos por la tarde, en aras del interés general.
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