Dr. J or how I learned to stop worrying and love the Haloscan
Cualquiera que sepa algo de psicología masculina habrá comprendido hace lustros que a los machos en realidad no nos gustan las tías buenas. Matizo: sí que nos gustan pero al final que estén buenas o no tampoco es tan esencial, porque después de todo en una habitación oscura todas las plazas parecen toreables y todos los campos son Wembley, así que mientras haya algo a lo que agarrarse ya nos damos por satisfechos. Somos poco exigentes en este sentido.
En cambio, lo que nos motiva para seducir a la mujer más espectacular de la discoteca es el irrefrenable deseo de fardar ante nuestros amigotes. Claro, no todo el mundo puede aspirar a meterle mano a la rubia de la tarima, así que el que lo logra se marca un puntazo delante de toda la parroquia, y nada causa más placer que ir paseando por la calle con una top-model colgada del brazo observando jocosamente la tortícolis de los viandantes que bajan en sentido contrario cuando intentan cazar su retaguardia, o hacer una entrada espectacular en un restaurante con la sueca de metro ochenta y busto prominente mientras todos los comensales heterosexuales derraman sobre su traje la copa de vino que se están tomando. Es como el chiste del náufrago y la Claudia Schiffer, y los que lo conozcan ya sabrán a qué me refiero.
Trasladando esta bonita estampa bucólica al fútbol, los culés en realidad no somos tan poco resultadistas y tan aficionados al buen juego como se dice por ahí. Lo que en verdad nos motiva es leer las portadas de los rotativos internacionales el día después de la exhibición ante el Lyon, o extasiarnos ante los comentarios del Youtube en el vídeo del Barça 6 - Málaga 0. Nos encanta oír los "ooooh"s y las "aaaah"s de los guiris que aterrizan en el Camp Nou, y nos corremos de placer cuando Mourinho confiesa que el Barça es el club que más le ha marcado y enseñado de toda su carrera, o cuando escuchamos a Gerrard decir que se graba los partidos del Barça para contemplar en silencio el juego de sus admirados Xavi e Iniesta. Cada vez que marcamos un gol tras una triangulación perfecta gozamos imaginando lo que pensarán desde Madrid y cuando avasallamos a un rival europeo impartiendo lecciones de jogo bonito soñamos con lo que dirá de nuestro arte la web de la UEFA. Nos sentimos como James Bond cuando, al final de la película, la jaca de labios siliconados se le abre de patas suspirando "Ooooh, Jamesssss"...
Pero, aunque sólo sea porque a ningún tío le gusta que el feo de la clase le levante la rubia de la minifalda, hay un punto resultadista que aflora en los momentos más insospechados y que nos transforma en competidores natos. Es por ello que, juego majestuoso al margen, no toleraríamos jamás que esta Liga se la llevara el Madrid, más que nada porque a nuestros ojos sería una afrenta monumental a la altura de los repetitivos ejemplos que nos muestra este blog.