BILOGÍA GRANAÍNA I: La misión
Post de El irascible granaíno
Allí estaba yo, poniendo el primer pie en Barcelona, a las XX:YY de la mañana y con casi 10 horas por delante para que el partido comenzara. No era misión baladí infiltrarse en la organización del Y.O.Y.A. para destruirla desde dentro, pero trabajé duro y me sentía preparado. Mis órdenes eran precisas: “Elimina los clanes, encuentra a tu contacto y ejecuta las órdenes que recibas”. Después el mensaje se autodestruyó en breves segundos soltando un humo blanquecino que se quedó flotando en el ambiente. Aún aturdido por el entrañable olor a verde que desprendía, me dirigí hacia Las Ramblas en un claro 4-3-3, que había perfeccionado tras un duro entrenamiento para poder pasar desapercibido. Tenía una sonrisa dibujada en la cara y cierta hambre repentina que me recordaba la primera tarea del día.
Entré en la taberna prevista, a la hora prevista. Sabía que allí estarían; el clan de las Bravas Humeantes conspirando como siempre. Quería llamar su atención así que ya desde la puerta, con voz grave y alta y con una mano sujetándome la güevada solté sin más –“Un vermutito, que ya va siendo hora”-, mientras me acercaba a la barra. El señor de la barba blanca giró la cabeza, se acercó hacia mí y me ofreció un vaso lleno de palillos de dientes. Sabía que era una trampa así que rechacé su propuesta. -“Dichoso Barça”-, le dije para ver cómo reaccionaba. -“Qué sabrá usted de fútbol”-, me contestó desairado. Le tenía en el bote, ya sólo me quedaba contestarle adecuadamente para conseguir mi propósito. –“Lo suficiente, vive mi Estimada Basilea”-. Sonrió, me invitó a acompañarle y le seguí hasta la mesa. –“Me he encontrado a un irascible granaíno”- espetó dirigiéndose a sus contertulios. Conocía todos sus avatares de memoria, pues me licencié con honores en Haloscán y JS-Kit; mi hemeroteca era enorme. Me invitaron a sentarme y accedí con la única condición de hacerlo sí y sólo sí me dejaban antes devolverles la invitación con unas buenas patatas bravas humeantes. El resto fue bastante simple, manipulé la salsa y todos cayeron con suma facilidad. Qué ironía: el clan de las Bravas Humeantes; Superman comiendo kriptonita. Me esperaba más. Pero mejor así.
Disponía de más tiempo y me dirigí hacia La Masía, donde se escondía el clan del Estilo Irrenunciable. Entré basculando hacia el lateral derecho, aprovechando los huecos y evitando el balonmano. Enseguida se fijaron en mí, lo noté. Dos gorilas me pararon en la entrada. –“Vengo de parte de Laporta”- anuncié. –“El loro ya tiene un año”-, dijo el más bajo, girando su escaso cuello hacia el lado izquierdo, sin mirarme y buscando aprobación. También me la sabía: -“Ya, pero el círculo virtuoso sigue girando años después”-. La puerta se abrió de forma remota. Estaba dentro. La plana mayor se reunía siempre a la misma hora los días de partido, pero los gorilas no eran el último escollo a salvar antes de llegar a la sala. –“¿Cómo quiere que le anuncie?”- me preguntó una secretaria. Digámoslo ya, mi avatar despierta sospechas y esta pregunta me pilló con la guardia baja. –“Simplemente diga que tengo un PowerPoint de última hora, pero no es de Soriano”-. Terminé la frase con una risa falsa y tonta que disimuló mis nervios y que fue correspondida por la secretaria. –“Como no, pase”-. Cuando abrí la puerta, los tuve a todos delante y mi sensación de poder fue en aumento. Con la adrenalina a tope saludé al público cual ponente, me subí a una pequeña tarima situada en un extremo donde apuntaba un proyector y enchufé sin piedad mi pendrive. Cuando hice el doble click sobre el archivo en cuestión, localicé de reojo la puerta más cercana y salí sin mediar más palabra que un –“Espero que les guste”-. El PowerPoint contenía, bajo una música melosa de fondo una seria de diapositivas con fotos, videos y alguna que otra animación de los mejores momentos de Núñez. No tenía que hacer nada más, sabía que la enajenación transitoria haría el resto y vaya si lo hizo. Se mataron entre ellos.
El tiempo apremiaba y todavía quedaban cosas por hacer. Lo próximo era reunirse con mi contacto, actualizar la información y terminar con el plan cuanto antes. Era cuestión de tiempo que el resto de yoyeros se enterara de los sucesos y alteraran mi modus operandi, así que me dirigí con presteza hacia la Plaça Catalunya. Todos los datos que tenía eran imprecisos, desordenados y absurdos per sé. “FNAC, Triangle, sigue las mallas frente a los discos, agente doble”, rezaba mi sms. Conforme me fui acercando fui atando cabos, me situé frente a la zona de los discos, en la acera y esperando acontecimientos. No fue ni un pájaro, ni un avión. Más bien parecía un felpudo gigante embutido cual chopped que se dirigía hacia mí como una exhalación. Llevaba así 20 vueltas a la manzana hasta que capté el mensaje. Me subí la pernera, enseñé pantorrilla y me bajé el cuello de la camisa a modo de escote. El peluche puto paró en seco y me miró con lujuria. Antes de que me poseyera le pregunté -"¿qué tal el tiempo en Estonia?"-. El respondió,-"Soleado en Riga, capital de Letonia"-. Se confirmaron mis sospechas, mi jefe tenía ese as guardado en la manga que haría las cosas más sencillas: un yoyero desertor. Perfecto para acelerar los trámites. La conversación fue breve, me dio una dirección donde recoger el paquete y sólo tenía que dejarlo en una de las papeleras del Yoyacamp para terminar mi trabajo. Allí estarían el resto de yoyeros, incluído el clan de los Putos Amos. Muchos pájaros de un solo tiro.
(Continuará…)