Hoy puede ser un gran día
19:00 Salgo del curro más rápido que Posi en una hemeroteca.
19:45 Llego a casa de mis padres. Recojo a mi padre –a mi tío también, si es un partido grande-, el bocata y los carnets.
20:00 Salimos hacia el Temple. Comentamos la jugada, posibles alineaciones y tal.
20:20 Llegada al Temple. Nos separamos y me enchufo la radio. Casi siempre el Mestre, aunque últimamente está demasiado gagá. Tras esconder la lata de Coca-Cola en mi torneado cucú, llego a mi asiento. Odio encontrar a alguien en él, como dijo Rai sobre Romualdo.
20:30 Me tomo mi bocata de tortilla o de atún con olivas mientras me fijo en el calentamiento y en las estadísticas que ofrece el diario del club.
20:40 Salen los jugadores. Me quito los cascos. Canto el himno y abucheo al rival. Nervios.
20:45 Esto va en serio. Me enchufo otra vez. No me hables, no me toques. Estoy metidísimo en el partido. Presiono al árbitro y al rival desde el primer minuto. Insulto, grito, sufro. Soy el único que anima en muchos metros a la redonda (no, no me refiero a la Guasch). Detesto que la gente llegue tarde y pase por delante de mí.
21:15 Marca Eto’o. Me vuelvo loco. Ara sí que aplaudiu, cabrons.
21:30 Descanso. Paseo nerviosamente por los pasillos, mientras me paso a RAC para escuchar otras opiniones. El tal Costa es tonto. SMS a colegas comentando la jugada. Una vez uno incluso me contestó (por error, pero vale igual). Me saco el trombón y hago pis.
21:45 Vuelvo al lío. Aplaudo más nuestros errores que nuestros aciertos. Odio a los que silban en pleno partido.
22:25 Marca Titi, justo cuando el tribuneru de detrás de mío le estaba criticando y algunos ya se habían ido. Mierda de afición.
22:30 Final. Aplaudo. Estoy exhausto. Quedo con un colega a la salida. A veces cae un gin tonic.
23:15 Llego a casa. Como algo y me voy a dormir mientras escuchó a Bernat Soler. Me cago en la mayoría de tertulianos.
23:45 Me toco pensado en el Síndic. Qué pistola tiene el muy ladrón.
Visca el Barça.