El triunfo de la voluntad.
Ha llegado la hora. Nos enfrentamos a nuestros propios demonios. De hecho, hace 2 meses que estamos haciéndolo. Y a uno de esos demonios ya lo hemos vencido, estando tan sólo a la espera de rubricar esa victoria con un punto. Quedan dos más. Dos demonios disfrazados de derrotismo histórico, de pesimismo genético, de sueños rotos, de ilusiones amputadas. Los viejos demonios del barcelonismo histriónico y dual, del culé “patidor”, del aficionado incapaz de canalizar sus emociones sin caer en la euforia desmedida o el victimismo infundado.
Pero para llegar a esta situación ha tenido que haber un origen, un principio. Ese origen es Pep y todos sabemos su principio. Pep es muy consciente de esa herencia histórica, no puede ser de otra manera ya que la ha mamado(la herencia,digo) desde que era un alevín en la Masía. Su manera de conseguirlo ha sido simple: la palabra a modo de discurso y su representación a modo de fútbol.
Su discurso siempre ha sido el necesario a la situación, pero sobre todo ha sido el discurso sin excusas, el discurso de una persona que no se limita a lanzar mensajes vacios, si no que busca cambiar tendencias, el que busca cambiar la memoria colectiva de un club, el que busca llevarlo al siguiente nivel, el nivel de la exigencia máxima. Sin importar cuán dificil sea la empresa, que obstáculos haya que sortear, que adversarios se interpongan ante nosotros.
La misión es erradicar una mala hierba: el derrotismo, el derrotismo culé. Para plasmar esa determinación en verbo, Pep ha recurrido a los principios fundamentales(y fundamentalistas) del pasado reciente del club, el fútbol virtuoso, de combinación, ofensivo pero lo ha dotado de unos conceptos fundamentales en el fútbol moderno: velocidad, intensidad, agilidad mental, movilidad, sacrificio, trabajo y planificación.
El resultado es un fútbol como jamás se ha visto en la historia. Para lograrlo, Pep ha planificado, ha gestionado, ha quemado etapas. Como él mismo decía “el objetivo es llegar a Marzo luchando por todos los títulos.” Lo ha cumplido. Y llegado a ese tiempo, Pep demostró a ese barcelonismo anclado en la memoria derrotista, al culé que se empequeñeze ante la dificultad de la empresa, que él encararía ese “rush final” de la única manera que debe hacerlo un equipo grande, un equipo campeón, un equipo superior:
-Con valentía, yendo a ganar ante cualquier adversario, en cualquier campo, sin especular, haciendo exáctamente lo que este equipo sabe hacer de memoria: intensidad y ataque continuo.
-Y sobre todo, apretando el gas a fondo. Sin reservas. Sin mirar más allá de tú rival. Sin gestionar onces. El que pueda que me siga.
Y si todavía hay culés que dudan, que temen, con reservas de fe. Si todavía hay culés que no sienten una pertenencia a un club GANADOR, es que no merecen este equipo. Así lo digo porque así lo siento.
Yo si creo. Porque lo que a mi me convence, no, lo que yo siempre he estado esperando, no es un fútbol virtuoso, ni un decálogo de estilo, ni salir entre aplausos del estadio rival. He esperado toda mi vida un “Iremos y ganaremos”, “Perderemos porque no somos invencibles, pero nos levantaremos y lucharemos y seguiremos luchando.”,”No es una derrota y no pasa nada. Pasa y mucho. La presión es nuestra, quiero toda la presión.”,”Quiero la Liga y la quiero ahora”.
Pep no concibe la especulación, el miedo, la derrota. Busca al rival, va a por el, porque el rival no es más que un obstáculo entre el equipo y su objetivo. Y llega Marzo, y cuando esa mitad eufórica de la afición ya está reclamando el título sin haberlo jugado y la otra mitad ya está temiendo una plaga de desgracias bíblicas, Pep aprieta el acelerador, a fondo, sin mirar atrás. “El reto es tan bonito que no existe el cansancio”, afirmaba.
Pero si lo hay. El lo sabe. Todos lo sabemos. Quería una plantilla corta, propia de clubs que no deben luchar por 3 títulos, y la tuvo. Pero ese discurso ganador, exige una planificación ambiciosa, ganadora. Y Pep se ve donde en Junio donde no pensó que se vería.
Y llegaron las lesiones de hombres clave. Y sanciones de hombres clave. Y desaparecieron jugadores con los que no se contaba. Y la obligación de afrontar el reto más importante en 110 años de historia, con un equipo mermado. Y sin embargo Pep lanza un mensaje directo a los instintos primarios del culé, “Las bajas no serán excusa. Saldremos a ganar.” No es un tópico, es un mensaje con el fin de empezar a cambiar la sociología de un club.
Y se ganará o se perderá, pero una cosa debe estar en la mente de los planificadores de la plantilla del año que viene. Repetir este año es prácticamente imposible, así lo indica la historia no sólo del Barça, sino del fútbol mundial. Pero si hay una posibilidad de hacerlo, es no volviendo a caer en los errores del pasado. No volviendo a fichar jugadores para que los titulares no se sientan amenazados. No volviendo a permitir la autocomplacencia. No volviendo a vulgarizar la plantilla con Ezquerro,Maxi ,Guddy,Pinto. No volviendo a pensar que lo que tenemos es insuperable. No volviendo a pensar que la mejor manera de agradecer un éxito es la continuidad de quién a cumplido un ciclo.
Si, Pep, yo si creo. “Abróchense los cinturones”, dijiste. La táctica del gas a fondo, la batalla frente a la poderosa Premier, exige una profundidad de banquillo que no tenemos.
Exige a Ribery delante si ves que Hleb es un fracaso. Exige que si no se cuenta con Bojan, Henry adopte un nuevo rol como 9 y 7 suplente. Exige que un Xavi e Iniesta no deban jugarlo todo porque su recambio es Guddy, exige que su puesto deba ocuparlo un Cesc o un Gourcouff. Exige que si no se confía en Caceres sea cedido y su puesto ocupado por el alabado Henrique. Exige que no tengamos que rezar a la Moreneta cada domingo para que Alves no se lesione o no lo expulsen porque no tiene suplente cuando Eboué acaba contrato este verano. Exige que Abidal no tenga un jubilado con el que no se cuenta por competencia cuando hay laterales como Clichy,Zhirkov o Evra. Exige que el portero suplente sea algo más que un figurante con la única virtud de ser “buen tío”, cuando hay porteros en España como Asenjo o Moyá de indudable calidad.
Es más fácil gestionar en la derrota que en la victoria. Señores, háganlo. Al fin y al cabo, ha sido ese discurso ganador el que lo exige.